Durante la pandemia del COVID-19 ha habido muchas personas mayores que se han sentido solas, especialmente en las residencias y centros asistenciales, ya que no podían recibir las visitas de sus familiares.
La soledad en nuestros mayores es una realidad que conforme la población envejece se vuelve más presente y termina por afectar a casi la mitad de la población con edades superiores a 80 años.
El aislamiento y la soledad se consideran hoy responsables en primer grado del estado de salud y autonomía de las personas mayores. Este aislamiento social y la soledad que sufren es uno de los principales factores que ponen en riesgo a las personas mayores de que padezcan ansiedad, estrés, depresión, demencia senil, Alzheimer o Párkinson.
Esta situación tiene consecuencias graves para el estado físico, psicológico y social de la persona mayor. La soledad no deseada y el sentimiento de vacío existencial es un problema real y alarmante en toda la población, especialmente en las personas mayores.
La soledad no deseada, constituye una nueva pandemia silenciosa en los países desarrollados, que afecta a una de cada cuatro personas. Solo un 8% de la población española considera un problema que las personas mayores se sientan solas.
Una de las preocupaciones de las personas mayores, junto con la salud y la satisfacción de sus necesidades económicas, es la situación de soledad no deseada. Uno de los retos al que se enfrenta nuestra sociedad actualmente, es dar una respuesta integral y conjunta, ante esta situación.
La soledad y el aislamiento social pueden existir en todos los momentos del ciclo vital, pero con la edad se reduce la red social, al mismo tiempo que aumenta el sentimiento de soledad y de aislamiento.
Por ello, las personas mayores son el colectivo más vulnerable y el que más necesita tener contactos sociales frecuentes y, sobre todo, de mayor calidad.